REVISTA NOMBRE

REVISTA NOMBRE fue creada por los escritores Axel Díaz Maimone y Nicolás Antonioli con el fin de promocionar y difundir a autores de toda índole y procedencia, clásicos y modernos. Esta publicación esta abierta para cualquier tipo de material literario y/o artísitico en general, es por eso que los editores solicitan a quienes estén interesados que envien sus textos (ensayos, monografias, poemas, cuentos, canciones, novelas, teatro, etc.) a la siguiente dirección de mail: nicolas_antonioli@yahoo.com.ar





martes, 25 de noviembre de 2008

Revista Literaria Nombre (Año I Nº2)

Homenaje a Alfonsina Storni

Poesía contemporánea hispanoamericana















Setenta años sin Alfonsina

A María Laura Guevara, con quien hablamos largamente de Alfonsina, frente al mar, en Monte Hermoso.

Mar del Plata, octubre de 1938. Sentada en una silla mecedora y envuelta en un poncho catamarqueño, una mujer escribe en un cuaderno; la rodean varias plantas florecidas en plena primavera. La mujer que escribe tiene 46 años (aunque parece mayor) y está enferma. Nació en la primavera suiza de 1892, y al hablar de su nacimiento, alguna vez escribió: “Tengo los ojos azules. // Amo los cielos claros, los crepúsculos susurrantes, los pastos frescos, los campos dorados, las delicadas manos, las frentes ampliar, las almas puras… // Nací al lado de la piedra junto a la montaña, en una madrugada de primavera, cuando la tierra, después de su largo sueño, se corona nuevamente de flores. // […] Me llamaron Alfonsina, nombre árabe que quiere decir «dispuesta a todo»”. ¿Hace falta decir que me refiero a Alfonsina Storni, nuestra gran poeta?
Hace tiempo que me acompaña una fotografía de Alfonsina a los 42 años; me la regaló su hijo, Alejando Storni. La mujer de la cartulina es espléndida: lleva el pelo a la garçon, prolijamente arreglado, mira de costado y muestra una encantadora sonrisa. Alfonsina había escrito lo mejor de su obra (con María Esther Vázquez coincidimos en que el libro más logrado de Alfonsina es Mundo de siete pozos, publicado en la época de esa fotografía), y no sentía la muerte rondándola. Esa Alfonsina sonriente había cantado al amor, a la muerte, a la soledad, a las ciudades que amaba…
Alfonsina Storni escribió sus primeros versos en Rosario, en la primera década del siglo XX. Ella misma lo contó así: “A los doce años escribo mi primer verso. Es de noche: mis familiares ausentes. Hablo en él de cementerios, de mi muerte. Lo doblo cuidadosamente y lo dejo debajo del velador, para que mi madre lo lea antes de acostarse. El resultado es esencialmente doloroso: a la mañana siguiente, tras una contestación mía levantisca, unos coscorrones frenéticos pretenden enseñarme que la vida es dulce.” [1]
En cinco años, entre 1907 y 1912, Alfonsina hizo una gira teatral por el interior del país con la compañía de José Tallaví, ingresó a la Escuela Normal Mixta de Coronda -donde obtuvo el título de maestra-, ejerció la docencia y se instaló en Buenos Aires. Ya en la Capital, el 21 de abril dio a luz a su hijo, y al poco tiempo consiguió cierta estabilidad económica al ingresar como corresponsal psicológica (una especie de agente publicitario actual) en la Casa Freixas.
Mientras trabajaba para los hermanos Freixas, Alfonsina Storni escribió su primer libro de poemas: La inquietud del rosal, que fue publicado en 1916. El libro lleva una carta - prólogo de Juan Julián Lastra -quien a su vez la vinculó con la Revista Caras y Caretas-, y “fue escrito para no morir”, según palabras de la propia autora, que no lo concibió como un todo homogéneo y ordenado sino como una suma de versos. En el libro están ya los temas que serán característicos de su obra: el amor, la rebeldía, el mar, la muerte, las rosas, el desencanto y la falta de esperanza, y hasta el resentimiento por las discriminaciones por género.
Dos años después de La inquietud del rosal aparece El dulce daño. “La voluntad de forma, el sentido estructural del volumen, la selección más rigurosa y la unidad de sus partes, dicen a las claras que el segundo libro de Alfonsina Storni se aleja del desorden y la improvisación del primero, superándolo como algo más compacto y valedero.” [2] Para celebrar la publicación -que contiene los recordados poemas “Sábado” y “Tú me quieres blanca”-, el grupo de la Revista Nosotros le ofreció una cena de honor en la que hablaron sus amigos Roberto Giusti y José Ingenieros.
Un año le bastó a Alfonsia Storni para dar forma a otro libro: Irremediablemente, que publicó su amigo Manuel Gálvez, el esposo de Delfina Bunge. Gálvez le editó también Languidez, en 1920.
A partir de Languidez se produce un quiebre en la poesía de Alfonsina Storni. Hasta entonces había mantenido el estilo de su primer libro, aunque fue “puliéndolo” en las sucesivas publicaciones. Pero con Languidez sus versos toman “un tono conversacional de familiaridad y sencillez”, por lo que se dice que este libro “abre una nueva senda, un nuevo camino en la modalidad de la Alfonsina de “mieles románticas” que quedaba atrás.”[3]
En 1925 Alfonsina Storni publica Ocre. El libro es producto de casi cinco años de trabajo, en los cuales la autora logra su madurez estilística, que se advierte en la ternura oscilante entre la sabiduría y la ironía, y el equilibrio de las formas poéticas. Ocre es el libro preferido tanto de Alfonsina como de la crítica; en él aparece uno de sus mejores poemas: “Dolor”.
Dos años después de Ocre, Alfonsina Storni presenta El amo del mundo, drama en tres actos que llega a escena en el Teatro Cervantes de Buenos Aires bajo la dirección de Juan León Bengoa. Al estreno, el 10 de marzo, asisten el Presidente de la República, Marcelo Torcuato de Alvear, con su mujer Regina Paccini, Agustín Pedro Justo, y el intendente de Buenos Aires Carlos Noel. La crítica no fue favorable, y la obra fue retirada de cartelera a los pocos días.
En 1930, Alfonsina viaja a Europa acompañada por su amiga Blanca de la Vega. Visita las grandes ciudades; dicta conferencias en Madrid y llega a su casa natal llena de alegría, en busca de un pasado remoto del que guarda algunos recuerdos. Cuatro años después, y en compañía de su hijo Alejandro, realizará otra vez un viaje al Viejo Mundo.
El segundo viaje a Europa coincide con la publicación del anteúltimo libro de Alfonsina: Mundo de siete pozos. En él, la poetisa abandona la rima y el verso medido, y da rienda suelta a sus ya conocidos antisonetos (poemas que mantienen la estructura del soneto, pero no la métrica; es decir, se componen de dos cuartetos y dos tercetos, pero cada uno tiene catorce sílabas en vez de once). Su “mundo de siete pozos” es el hombre, destinatario predominante de sus obras.
En mayo de 1935, la operan de un tumor en el pecho izquierdo que ella creía benigno pero resultó ser un cáncer con ramificaciones. Es el comienzo del fin. Pero la enfermedad no le impide escribir...
Para el cuarto centenario de la primera fundación de Buenos Aires, la Municipalidad de la Ciudad organizó un ciclo de charlas y conferencias. Una charla, titulada Desovillando la raíz porteña, estuvo a cargo de Alfonsina, quien retrata en ella la psicología de los habitantes de Buenos Aires. En esa oportunidad dijo que Buenos Aires no ha encontrado ni su poeta y ni su novelista, pero que fue capaz de gestar algo tan importante como el tango en el viejo Barrio Sur.
El año de 1938 se inicia con un viaje al Uruguay, donde Alfonsina participa de un encuentro junto a Juana de Ibarbourou y Gabriela Mistral; lee allí una conferencia titulada Entre un par de maletas a medio abrir y las manecillas del reloj, en la que habla de su iniciación literaria al tiempo que se debate entre la vida y la muerte. Ese año aparecen, también, su Antología Poética -que reúne lo que ella considera lo mejor de su obra- y su último libro: Mascarilla y Trébol.
En septiembre de 1938 Alfonsina Storni publicó en La Nación su “Romancillo cantable”. En este poema -que cree que será su última producción-, anuncia su muerte para fin de mes. Sin embargo, llegará a escribir otro poema más la semana anterior a su muerte.
El 18 de octubre de 1938 Alfonsina viaja a Mar del Plata en busca de descanso. Unos días después, en medio de una crisis y del dolor sin tregua de su enfermedad, decidió suicidarse. El 24 a la noche, casi sin fuerzas, le dictó a su mucama una carta para Alejandro. La madrugada del 25 escribió en un papel, con letra temblorosa, tan sólo cuatro palabras: Me arrojo al mar. Salió del hotel, recorrió las tres cuadras que la separaban de la playa, y siguió caminando para hundirse en el mar que -pensaba- le daría el olvido perenne.
Al día siguiente, el 26 de octubre, cuando La Nación dio la noticia de su muerte, iba acompañada por un poema: "Voy a dormir". Este antisoneto, escrito en la galería de su pensión marplatense dos o tres días antes de internarse en el mar, es su testamento poético; no concebía otra forma de despedirse.

Han pasado setenta años desde la madrugada del 25 de octubre de 1938, cuando Alfonsina Storni se quitó la vida. Sin embargo, nos dejó un legado inigualable que la mantiene en un sitio de privilegio dentro de la literatura argentina.

Axel Eduardo Díaz Maimone











Rincón Alfonsina en el Café Tortoni de Buenos Aires.








Una flor para Alfonsina...


No omitió La Peña [del Café Tortoni] el homenaje justiciero de recuerdo para los artistas que iban desapareciendo de la vida.
[…] En la Rambla de Mar del Plata, frente al mar, eri­gimos un monumento a Alfonsina Storni -nuestra com­pañera de La Peña-, fallecida el 25 dc octubre de 1938. Obtuvimos una ley del Congreso Nacional au­torizando la erección de ese monumento, obra del escultor Luis Perlotti. La tramitación fue larga, y pudimos inaugurarlo recién el 14 de febrero de 1948. Cuantos conocen Mar del Plata, saben cómo se renueva diariamente el homenaje a la querida Alfonsina jun­to a ese monumento, en el que nunca faltan flores anónimas.
Me tocó después intervenir, con paciencia, en la larga tramitación del expediente 59.470, iniciado el año 1945, por el cual La Peña gestionaba la cesión de un terreno en el Cementerio de la Chacarita para erigir allí un monumento a la memoria de Alfonsina Storni, que fuera también mausoleo, en el que tuvieran sepul­tura definitiva los restos de esa gran mujer que honró a la Patria con su poesía. La admiración y el cariño que supo conquistar en vida, en su constante frecuentación del cenáculo de La Peña, nos movió a sus amigos a honrarla en forma digna de su memoria ilustre.
[…] Y así lo hicimos. Fui reuniendo donaciones de amigos y tomé a mi cargo anticipar los fondos a medida que se los necesitaba. La junta Ejecutiva de La Peña, que yo presidía, y que integraban el doctor Enrique Loudet y los poetas Joaquín Gómez Bas y Marcelo Olivari, tomó a su cargo la tarea de realizar la obra prometida, que fue encomendada al escultor Julio César Vergottini.
[…] El Mausoleo de Alfonsina fue proyectado, tanto en su parte arquitectónica como escultórica, por Vergot­tini, a quien se confió su ejecución. Fue idea mía que usáramos el color en el cementerio para este monu­mento a Alfonsina, ofrendado por los artistas. Es una obra “de jerarquía artística superior”, como se la ca­lificó al sancionarse la ordenanza que autorizó su erec­ción. Una gran estatua, simbolizando la Poesía, esculpida por Vergottini en granito rosado de San Luis, tiene una altura de tres metros. La bóveda, monumen­tal, se completa con elementos arquitectónicos de gran originalidad. Todos ellos, así como la base de la esta­tua y el recinto que guarda los restos, y que preside una cruz de ónix, embellecidos por una armoniosa combinación de colores, ponen una nota nueva en el cementerio.
[…] La leyenda grabada en el mausoleo es breve y ex­presiva: “Alfonsina Storni, poeta. 1892-1938”. (Años de su nacimiento y de su muerte.) En los costados se lee: “Obra del escultor argentino Julio César Vergot­tini”. Y el nombre de la entidad que lo erigió: “Agru­pación de Gente de Arte y Letras La Peña”
Realizamos la ceremonia inaugural del Monumen­to en Primavera. Fue en la mañana de un domingo: el 22 de septiembre de 1962. Una muchedumbre, formada por hombres, mujeres y niños, participó del grandioso homenaje a la memoria de Alfonsina.
[…] En las invitaciones para la memorable ceremonia inaugural y en las publi­caciones periodísticas, incluí esta frase: “Concurra lle­vando una flor para Alfonsina”.
Resultó emocionante el espectáculo de una multi­tud, llevando todos los que la formaban, una flor en la mano, que depositaban con cariño y alegría a la vez, en el Mausoleo de Alfonsina y alrededor del mismo. Se pudo así ver cómo se elevaba su estatua simbólica en el centro de un inmenso jardín todo florecido.
Este recuerdo, es también una flor para Alfonsina...

Benito Quinquela Martín

Dos poemas de Germán Berdiales a Alfonsina Storni

Homenaje a Alfonsina

Yo soy la mujer triste
a quién Caronte ya mostró su remo.
A.S.

El mar con su tristísima bocina
la está llamando dulcemente afuera
hasta que ella, por fin, se determina
a vivir su nocturna hora postrera.

Ante aquella mujer a quien hiciera
Caronte su señal temprana, inclina
la rubia mortecina cabellera
que en el espejo es casi una neblina.

Abre la puerta, sale a la ribera
y ya como sonámbula camina,
con paso incierto sobre la escollera

en procura del mar, que la alucina
con esa bocina plañidera
clamando allá muy lejos: ¡Alfonsina!...


Lugones y Alfonsina en el recuerdo de Capdevila

Leopoldo Lugones y Alfonsina Storni tuvieron una relación algo tensa, más allá de los intereses comunes. Hay quienes dicen que el poeta no quería competencias, y que por eso descuidó a su colega. Lo cierto es que ella buscó su crítica y su compañerismo, y no lo consiguió.
Recordaba Arturo Capdevila: “Una tarde, estando en palique en su despacho de la Biblioteca de Maestros del Consejo Nacional de Educación, de pronto me mostró un libro de Alfonsina que acababa de llegar:
”- Entérese Usted -me dijo- de esta dedicatoria inaudita: «A Leopoldo Lugones que no me estima no me quiere. Alfonsina Storni». Francamente, si ella lo considera así -y es falsísimo- no sé para qué me manda la obra.
”- Será para testimoniarle cariño y estima…
”- Será…
”- Y… ¿Qué hará Usted?
”- Lo que corresponde: Nada”




Versos a Alfonsina

Ave de lluvia azote de cristales
en ti tibia la lluvia se desliza
amabas las tormentas siderales
salpicada de trinos como el alba

pájaros tiernos despertó tu risa
hoy la mañana se vistió de malva
tras los albatros desplegaste el vuelo
desde la cima erecta de una ola

cándidamente te arrojaste al cielo
no la sirena en cántico mortal
no la débil suicida que se inmola
fuiste al encuentro de tu pedestal

no más la tarde gris ni la neblina
ni la vía crucial de tu pasión
la mariposa se hizo golondrina

terminaste la danza en espiral
la medianoche dio tu corazón
y perdiste el zapato de cristal

Haideé Ghío


Monumento a Alfonsina en la Playa La Perla de Mar del Plata.

















Pequeña antología de Alfonsina Storni


Tú me quieres blanca

Tú me quieres alba;
me quieres de espuma;
me quieres de nácar.
que sea azucena,
sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada.

Ni un rayo de luna
filtrado me haya
ni una margarita
se diga mi hermana;
tú me quieres blanca;
tú me quieres nívea;
tú me quieres casta.

Tú, que hubiste todas
las copas a mano,
de frutos y mieles
los labios morados.
Tú, que en el banquete,
cubierto de pámpanos,
dejaste las carnes
festejando a Baco.
Tú, que en los jardines
negros del engaño,
vestido de rojo,
corriste al Estrago.
Tú, que el esqueleto,
conservas intacto,
no sé todavía
por cuáles milagros
(Dios te lo perdone),
me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
me pretendes alba.
Huye hacia los bosques;
vete a la montaña;
límpiate la boca;
vive en las cabañas;
toca con las manos
la tierra mojada;
alimenta el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas;
duerme sobre escarcha;
renueva tejidos
con salitre y agua;
habla con los pájaros
y lávate al alba.

Y cuando las carnes
te sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma,
que por las alcobas
se quedó enredada
entonces, buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta.


La caricia perdida

Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos… en el viento, al rodar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida, ¿quién la recogerá?

Pude amar esta noche con piedad infinita,
pude amar al primero que acertara a llegar.
Nadie llega. Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida rodará… rodará…

Si en los ojos te besan esta noche, viajero,
si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va,

si no ves esa mano ni la boca que besa,
si es el aire quien teje la ilusión de llamar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida ¿me reconocerás?


Dolor

Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;

que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.

Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
como una romana, para concordar

con las grandes olas, y las rocas muertas
y las anchas playas que ciñen el mar.

Con el paso lento, y los ojos fríos
y la boca muda, dejarme llevar;

ver cómo se rompen las olas azules
contra los granitos y no parpadear;

ver cómo las aves rapaces se comen
los peces pequeños y no despertar;

pensar que pudieran las frágiles barcas
hundirse en las aguas y no suspirar;

ver que se adelanta, la garganta al aire,
el hombre más bello, no desear amar…

Perder la mirada, distraídamente,
perderla, y que nunca la vuelva a encontrar.

Y, figura erguida, entre cielo y playa,
sentirme el olvido perenne del mar


Voy a dormir

Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierba, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.

Voy a dormir, nodriza fina, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.

Déjame sola: oyes romper los brotes…
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases

para que olvides… Gracias… Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido…




Confesión

Por un miserable muero de ternura:
Amo una armazón
Bella, de elegante, fina contextura,
Privada del zumo que da el corazón.

Su triste vacío sube a su mirada
Lánguida, lavada.
Y en sus venas blancas -ramaje nevado-
El limo sanguíneo parece estancado.

A veces, con modo que ya desvaría,
De mi boca ardiente a su boca fría
Le soplo mi alma: parece agitada

Su carne, y el alma se le curva un poco.
Ay, luego la toco
Y siento la goma de la cosa inflada.


Tu nombre*

Hoy, a la madrugada, abandoné la ciudad y llegué caminando al raleado bosque que susurra en uno de los costados. Primero caminé lentamente por las anchas calles polvorientas, bordeadas de pesados y tristes sauces, hundiendo voluptuosamente los pies en la capa de polvo alta y muelle que las recubre, luego me interné en la espesura, silenciosa y triste.
Todo era feliz allí menos yo. El tronco muerto, y la hojarasca seca, y la tierra húmeda, y el charco de aguas amarillentas no pedían más a la naturaleza de lo que tenían; en su placidez, en su sosiego infinito, en su respiración oculta, interior, en su canto humilde y reposado, comprendí que todo está bien sobre la tierra; todo menos yo, todo menos mi alma.
Con mis manos, dulcemente, palpé el tronco áspero y seco y le dije: - Recibe el calor de mis manos y la suavidad de mis dedos; acaso allí mismo donde mis manos se apoyan, esté por brotar una fina yema y mi magnetismo la precipite a nacer.
Fue entonces cuando tu nombre me llegó de golpe, de todas las partes del alma y del cuerpo, de cada uno de los puntos de mi ser, a la boca. Exaltada, fuera de mí, dirigí mis labios a la copa de los árboles y lo grité a pulmón pleno, me incliné luego sobre las aguas muertas y lo grité a pulmón pleno, busqué las aberturas de los troncos muertos y lo grité a pulmón pleno, me di vuelta al sud, al norte, al este, al oeste, y lo grité a pulmón pleno, una, diez, cien veces.
Si el viento te buscó a través de la gran ubre para llevarte el grito mío, rozó inútilmente tu ventana, zumbó inútilmente tu nombre en los cerrados postigos, e inútilmente quiso interrumpir tu dulce reposo.



[1] Alfonsina Storni. Capítulo 51 de la Historia de la Literatura Argentina. CEAL, Bs. As., 1980. Pág. 316.
[2] Alfonsina Storni. Capítulo 51. Pág. 319.
[3] Idem. Pág. 320.
* Poema desechado por Alfonsina Storni y recogido por J. Gómez Paz en Leyendo a Alfonsina Storni. Editorial Losada, Bs. As., 1966.



Poesía contemporánea


Preámbulo

Ustedes, los representantes de la palabra escrita, en plena jurisdicción de los límites imaginarios. A ustedes que el lenguaje ha sumido en los vértices oscuros, allí bajo el lugar que nadie advierte. Porque al cruzarse en el aire la voz de los hombres se desenmaraña un suicidio diminuto. Es posible que todavía en ustedes haya algo vivo pidiendo salir como un disparo, como una puñalada a un tronco en una isla desierta.
El episodio nunca antes había sido tan cierto, los hombres nunca tan poco importantes. En la era de la ignorancia una palabra a tiempo puede salvar al mundo; es por esa necesidad, que no se debe traducir como catarsis, que ustedes debieran involucrarse en el tejido cavernoso del idioma. Un arma blanca que entra y sale de una herida estrecha, eso es la poesía que persiste. Clavos oxidados ingresando por los poros, las historias para la lejanía.
Ustedes en el hedor de los suburbios conflagrando por algo parecido a la dignidad, y en un desorden notorio los vocablos rotos, los muertos que acechan, el acertijo de los silencios decapitados. Ahora sabemos que nadie es fuente de toda razón y justicia, por eso nadie sangra literatura sin antes haberse ido de la realidad.
Alguien busca algo más, en el intersticio de cada letra, y no sabe.


Nicolás Antonioli

El estanque

El estanque discernía entre día y noche por aquellos dos .
Dos peces que ignoraban el destino que les aguardaba
Ignoraban el fin mismo del olvido
El fin de su vivir y la razón para morir

Solos, la hecatombe les hizo fuertes
Y la hojarasca caía sobre ellos
El tiempo languidecía el flujo de un corazón
Enamorado, un corazón acuático al fin y al cabo
Un corazón que recordaba otras vidas


Los días de los anzuelos
Días en que fueron presos de si mismo,
Para continuar su libertad en tierra de nadie,
Todo el mundo quería recordar su paso por el mundo,
por lo que hicieron como hombres
Mediante Babeles y guerras, mediante banalidades y egoísmos

Ellos yacían ahora en un estado de semiinconsciencia, sobre agua estancada
Procurando recordar que jamás tuvieron que ver con el ser humano,
Recordando que lo que ocurrió nunca lo hizo un pez.


Zara Patricia Mora Vázquez

Poema

Como un presagio de aves en vuelo
mis versos fluyen, descubro, inconsciente.
Escribo a la vida con alegría y canto,
o con dolor y desgarro
El misterio del espíritu aparece
Se abren puertas que fueron selladas
Escribo a la flor impenetrable
y el aroma me embriaga,
al ocaso y me torno púrpura
al mar y me siento empapada,
al cóndor y el viento me eleva en sus alas,
al fuego y soy hoguera
Tiembla mi alma como un pájaro
al caer de mis manos letras en vertientes,
escribo líneas con lágrimas
y el tallo seco reverdece
Todo se va volcando, revelando,
en oraciones, proféticamente

Astillas oculta bajo la piel el poeta
quiebran la corteza al aflorar,
y aparece el verso en espinas cual rosal
Me hieren las palabras que se agolpan por brotar,
como me rasgan los sueños que no pude alcanzar
Porque escribo para no perderlos.
Amar desde mi osadía.
Decir, poema que estoy aquí por ti,
para renacer en cada muerte
en que te exhalo.
Descubrir el ser que existe,
que soy ,en este pasadizo llamado vida
¡Verso infinito! ¡Esencia bendita!

María de los Ángeles Durante


El desván abandonado

Siempre habrá cosas
que nunca dijimos
que cuelgan del destino
como murciélagos de polvo
palabras, larvas
de la memoria
encerradas con mil llaves
en desvanes abandonados
para zurcir
las horas inexorables
del implacable recuerdo.

Santiago Bao

Hoy rompí el laberinto…

hoy rompí el laberinto
de los espejos
no existo

soy

eterno
igual al sueño de dios
mi beso
en la copa del grial

universo de serpientes
aladas otra vez
sembrando en el infierno
la incertidumbre de un cielo

soy
naufragando en los latidos del aire
fuego sobre cenizas cósmicas
la conciente iconografía de un relato
el narrador ausente
la poesía



Adrián García Bassetti



Poltergeist+

No vayas hacia la tele/
Porque
No me sirve que te pierdas
En 3D/
No soy tan simple
Como pensás/
Ni tengo pelotas
De tenis
Que rebotan de pared en pared/
La casa nos salio barata
Porque vino con fantasmas incluidos/
Los muebles no son
Los mártires que pedí/
Ni me pone tan contento
Que los árboles
Se traguen a mi hijo/
Él se mimetiza en payasito/
Guarda todos sus monstruos
Debajo de la cama/
No anda renegando
Con los ojos para afuera
Sabe/
Que todo lo que se rompe/
Se vuelve a comprar/

Leo Torres


Dos de la tarde

Dos de la tarde
Dos monedas cayendo
De sus manos
El hambre no perdona
Los rasgados intestinos
Como pretenden
Que no sea delincuente
Como pretenden rescatar al adicto
Si los ministros vomitan cocaína
Si los congresales
Legalizan la injusticia
Si los gobernantes
Negocian nuestras vidas.
En un saqueo, él
Canjea unos días
Mientras con esperanza
Proyecto mi inconciencia.

Javier Vallejos Amil


Espejo

La sierra es el espejo de la villa.
Cuántas primaveras, cuántos inviernos
Pasaron a lo largo de la vida,
Quienes están y quienes se fueron
Dejando el sudor como simiente en
la tierra viva.
Los peñascos grises, agrietados,
Reflejan el dolor por los que se han ido
Reverbera al sol, el verde de los manzanillos
Mecidos por el viento, agitando la vida.
La sierra es el espejo de la villa.

María Laura Guevara
Pensé, por pensar.

Quizá esta manía
de anudarse la corbata cada mañana
y tener camisas limpias a montones
para usar para plancharse las manos vacías
sea cosa de pensar o hacer algo
por la vecina que se queja
o para el ferretero que mira para adentro.
Será cuestión de preguntarles o de saber
el porqué de esta luz de mala muerte
que come angustias
que se entregan con Domingos.
Es mejor que de una vez
alguien venga y nos obligue a ser felices. Que
diga, usted:
Señora de bata y ruleros
olvídese de esa vereda y
aprenda matemáticas/ u
oficinista gris patee ese escritorio
que se le va a hacer pierna/ o
amante del mal amar
deje de esperar el horóscopo propicio/ o
poeta opaco cierre esa ventana
y mírese los pies o los dedos solamente.
Entonces volver despacio
caminando
por las flores que se te caen de las muñecas.

Martín Kasañetz

Escarban para su mal

Una vez más en Maturín
al lado de casas rojas y floreros horizontales
veo el parque La Guaricha
el día de los santos inocentes.
En Maturín dejo mi amistad en exquisitos jirones.
Así nace el amor.
Busco, y el castigo es encontrar lo que deseo,
los besos que mereces,
los que voy dando.
¿Por qué justamente ahora en la banca del parque está alguien?
¿Por qué detrás de una ventana miro La Guaricha y
no comprendo, sin querer no sé?
En Maturín,
al final de la avenida Bolívar,
cruce con Raúl Leoni,
recuerdo algunas risas
y hay ciertas cosas que no voy a contar

A Benjamín Baldivia

hay un
pájaro que cruza
estas líneas
intenta subir
las ramas del poema
plantado
casi en el centro
de la página
por entre los tallos espantosamente
verdes
hay un
silencio
forma de reptil
que finge no darse cuenta
de lo que sucede
y la vida tartamuda se amontona
entre los frutos que ahora mismo ruedan sobre la
tierra


Manuel Parra Aguilar

Poesía: palabra, imaginación verbal y contexto adecuado


La expresión de Mallarmé: La poesía no se hace con ideas, se hace con palabras, es una verdad a medias, porque, en verdad, la poesía se hace con palabras. Con palabras, imágenes e ideas. A lo que apunta Mallarmé es a la sede última de la poesía escrita, que está ciertamente en las palabras, en su particular plasmación en la página, y no en las ideas que puedan flotar en la cabeza del autor. Se trata de una preeminencia de las palabras. Sin las palabras un poema sería impensable. Pero también cuesta concebir un poema que carezca de imágenes o que esté huérfano de alguna idea. El ámbito de la poesía es el ámbito de la libertad, y todos los materiales suelen ser aptos para producir este fenómeno, que tanto tiene de espontáneo como de oracular. Lo cierto es que, ante la poesía escrita, las palabras son insoslayables. Pero no ha de perderse de vista que las palabras de la poesía son, antes que apodícticas, portadoras de imágenes. De donde resulta que las imágenes son tan insustituibles como las palabras.
El poeta quiere expresar algo que está en el horizonte de lo indecible y tiene la opción de hacerlo con las palabras del uso común, las de la comunicación, de la ciencia, del habla diaria -aquellas que refieren el objeto por la descripción de sus cualidades o accidentes-, pero se topa con un callejón sin salida: no hay palabras que tengan la virtualidad de exponer lo indecible. Apela, entonces, a un lenguaje figurado, en el que las palabras, más que explicar o describir, ponen en acto, refieren, actúan o sobreactúan el objeto, exponiéndolo en su entrelazamiento con el mundo y los demás objetos, incluso con su propia substancia psíquica. De ahí que en poesía habrá cielos conmovidos y árboles apagados, o techos que son mares y palomas que son navíos, para decirlo con imágenes de Valéry. Algo que en la realidad objetiva no existe. Dichas imágenes expanden la realidad, crean otra realidad, en su propósito de apresar la pluralidad de lo existente; crean más realidad, liberando esas figuraciones que captan lo decible y lo indecible, lo explícito y lo inconsciente.
Se habla de verso, como unidad rítmica-sonora portadora de sentido; de experiencia, como el substrato hecho de los acontecimientos de la vida que constituyen el material del que se alimenta la poesía; se señala que hay otra experiencia, la experiencia propiamente poética, constituida por la escritura del poema y su recreación a través de la lectura. Cabe también hablar de imaginación verbal, señalando con ello el particular modo que tienen los poetas de hacer creíble lo entrevisto en el suceder de los hechos. Recordemos que el poeta escribe porque tiene la sensación de que hay algo más que el pensamiento no llega a expresar. Lado de sombra que genera el estímulo que lo lleva a escribir, a darle forma y poder así conocerlo, expiarlo o compartirlo. Cuenta con el lenguaje, que es preexistente, y que tiene variadas funciones que van desde la comunicación hasta la poesía; el lenguaje, que tiene la propiedad de generar conceptos e imágenes. Pues bien, en poesía la imagen prima por sobre el concepto, aunque sin excluirlo. La poesía se vale de una concepción dinámica de la imagen: la imagen en movimiento, multiplicadora de sentidos. Dice con imágenes y conceptos lo decible y lo indecible. Lo decible: no con las propias palabras que lo nombran, pues sería una descripción, sino con palabras que lo recrean en su multiplicidad. Para decir lo indecible crea un lenguaje propio. Hace imágenes para decirlo. Imágenes que acercan realidades opuestas, dicen que esto es aquello, someten a unidad la pluralidad de lo real, ponen en acto las cosas referidas, sin contarlas ni explicarlas.
Son recursos contra el silencio y la insuficiencia de la definición. Lo paradójico es que Platón, gran creador de imágenes y alegorías, expulsara a los poetas de su república ideal. Pero esto tiene su explicación: a la búsqueda de la razón que organizara el orden, creyó que los poetas conminaban contra ese orden, precisamente por ver lo que otros no veían y hablar de lo que no podía ser cotejado con una realidad de la que no pudiera dudarse. Rechaza, por vaguedad, la palabra de los poetas, que, más que precisar la realidad, la confunden. Más afín a las imágenes, Archibald MacLeish dice, en cambio, que apela a las imágenes para que el silencio hable: para que la muerte no tenga la última palabra. Octavio Paz precisa la cuestión cuando admite que el movimiento de la escritura del poema es el de un descifrar y de una vuelta a cifrar.
Palabra, imagen y contexto adecuado son los hitos en que se funda la construcción del poema. Palabras e imágenes colocadas en un contexto adecuado, de modo que las haga creíbles, compartibles, puntos de encuentro entre la voz del poeta y el oído del lector. Eliot señala que la línea más bella toma su vida del contexto, aclarando que la ordenación es tan necesaria como la inspiración. Las palabras, sostenidas por la imagen que ellas mismas generan, son devueltas a su origen y naturaleza: cuando todavía la convención y el uso no las había acotado y designaban la pluralidad de lo existente, conteniendo, simultáneamente, todas sus acepciones. Y árbol puede ser árbol, pero también padre, y río puede aludir al agua, pero también al tiempo y al destino. Una palabra absoluta: Caja de Pandora que contiene todos los sentidos.

Rafael Felipe Oteriño

Escritores en el recuerdo: Homenaje a Juan L. Ortiz, a treinta años de su fallecimiento

Juanele

cuál el ripio y por dónde escapa el huido
en qué uso se emplean los escombros
afirman que el gualeguay los devora
su tinte no es café con leche ni los otros que dije son migajas
se atisba una voz fría pisando un cúmulo de pasto
una danza que desconocemos
verde o amarilla esa hierba
el viento transparente permite ver esas cosas
de una boca simple cae una saliva colorada
esos son dichos de un joven poeta bonaerense

en la tribu o generación siempre hay uno que canta
y un perro
ambos utilizan la lengua en otra cosa

Nicolás Antonioli
Director: Axel Eduardo Díaz Maimone
Vicedirector: Nicolás Antonioli
Agradecimientos:A los escritores que hicieron posible la realización de esta publicación.A Rachel Vivas, por permitirnos incluir el poema "Versos a Alfonsina" de la poeta Hadeè Ghío.
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